martes, 5 de enero de 2010

ENCUENTRO EN MORELIA


Octavio Paz - Homero Aridjis - Miguel Grinberg

ENCUENTRO "HACIA EL FIN DEL MILENIO"
Morelia (México, 1991)




DECLARACION DE MORELIA

(Solicitada publicada en The New York Times, Nov. 8 de 1991)

Un encuentro único ha tenido lugar. Por primera vez ecologistas, científicos, representantes de los pueblos indígenas de las Américas, activistas políticos y escritores de 20 países se han reunido durante una semana en Morelia, Michoacán (México) para examinar el estado del mundo, cerca ya del fin del Segundo Milenio. Independientemente, pero sin excepción, cada participante expresó su preocupación porque la vida en nuestro planeta está en grave peligro.
* 24.000 millones de toneladas de suelos fértiles del planeta se están perdiendo cada año. Si la deforestación y la erosión continúan al ritmo actual, los científicos aseguran que para el fin de esta década la Tierra no tendrá suelos cultivables adicionales, mientras que el mundo aumentar su población en 1.000 millones de seres humanos.
* El desastre nuclear de Chernobyl en 1986, que por su fuerza radiactiva afectó en diferentes grados a 35 millones de personas, ha sido apenas uno de los más de 100 accidentes nucleares que han ocurrido en la última década. En este Encuentro: Hacia el Fin del Milenio, el científico responsable de la limpieza de Chernobyl declaró que por lo menos tres accidentes de la magnitud de Chernobyl podrían suceder antes del año 2012.
* El 70 por ciento de la población mundial vive dentro de las 100 millas de la costa de los océanos. El uso despilfarrador de los combustibles fósiles por parte del mundo industrializado está rápida e irreversiblemente cambiando el clima global. Los expertos remarcaron que el creciente aumento del nivel de los mares y el calentamiento terrestre llevarán a inundaciones masivas de las áreas costeras creando millones de nuevos refugiados ambientales, en una escala todavía mayor de la que vemos anualmente en Bangladesh.
* La supervivencia humana depende de la diversidad biológica. Al paso actual de la destrucción ambiental, en particular la infame devastación de los bosques tropicales en América, Asia y Africa, estaremos perdiendo por lo menos un millón de especies en los próximos 10 años y una cuarta parte de todas las especies vivas dentro de los próximos 50 años.
I. Nosotros, participantes del Encuentro de Morelia, urgimos a los líderes del mundo que participarán en la Cumbre de la Tierra, a realizarse en junio de 1992 en Brasil, que se comprometan a detener el ecocidio y el etnocidio. Asimismo, proponemos la Creación de una Corte Internacional del Medio Ambiente modelada según la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
II. El 20 por ciento de la población mundial consume el 80 por ciento de la riqueza y es responsable del 75 por ciento de la contaminación. Nosotros creemos que hay suficiente tecnología y conocimiento disponibles para reducir esta obscena inequidad de riqueza. Exigimos una efectiva transferencia del conocimiento y los recursos del Norte hacia el Sur, y no el vertido de tecnologías y productos obsoletos e ineficientes. Debe ponerse un fin inmediato al tráfico internacional de desechos tóxicos, reducirse urgentemente la contaminación de ríos y océanos con basura industrial y desechos humanos, y terminarse la exportación de pesticidas y otros productos químicos prohibidos hacia países necesitados del Tercer Mundo. La transferencia de información y de medios que permitan a la gente estabilizar la población individual y voluntariamente debe ser una meta.
III. Las sociedades tradicionales son generalmente las mejores administradoras de la biodiversidad. Durante los últimos 500 años el conocimiento y los derechos de los pueblos indígenas americanos han sido ignorados, tanto en las Américas como en otras partes del mundo. Estas minorías, que han sido explotadas en sus propios países, son cruciales para la preservación de la diversidad biológica y cultural.
Deploramos la contaminación cultural y la pérdida de las tradiciones que han llevado a la desnaturalización de la vida, dejando a los seres humanos, por la intensidad del mercado masivo, vulnerables a las presiones de un totalitarismo económico y político, y a los hábitos del consumismo y desperdicio que ponen en peligro a la Tierra.
IV. En la Cumbre para la Tierra de junio de 1992, reclamamos que los líderes mundiales firmen una Convención del Cambio Global del Clima. Los países industrializados deben asumir el compromiso de reducir como mínimo un 20 por ciento sus emisiones de bióxido de carbono para el año 2000.
Insistimos en la implementación rigurosa del Protocolo de Montreal sobre la Protección de la Capa de Ozono. También exigimos que se firme una Convención que proteja la diversidad biológica, y que haya un progreso concreto en las negociaciones para un tratado forestal global.
V. La probada locura económica de la energía nuclear y la probabilidad de una futura catástrofe ambiental, requieren la urgente sustitución de la energía atómica por sistemas energéticos seguros, limpios y eficientes.
Igualmente perentorio es que los complejos militares detengan la proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas y reconviertan un porcentaje sustancial del gasto militar en un gasto para la seguridad ambiental. Para asegurar esto, demandamos que se ponga fin al secreto y se tenga el derecho a la libertad de información en todos los aspectos que conciernen al medio ambiente mundial.
Los participantes del Encuentro en Morelia: Hacia el Fin del Milenio, desean enfatizar que la destrucción ambiental no puede ser confinada dentro de los límites de un estado o una nación determinados. Urgimos a nuestros colegas escritores, ecologistas, científicos, miembros de comunidades indígenas, y a todos aquellos que están preocupados por el ecocidio, que se unan a nosotros para demandar la creación de una Corte Internacional del Medio Ambiente ante la cual, las actividades criminales contra el entorno puedan ser llevadas a la atención del mundo entero.
La segunda mitad del siglo XX se ha caracterizado por los movimientos de liberación interhumanos, y la última d‚cada del segundo milenio estar marcada por los movimientos de liberación interespecies, mediante los cuales podremos acceder un día a una verdadera igualdad viviente
.

Homero Aridjis (México) Lester Brown (EEUU)
F. Sherwood Rowland (EEUU) Octavio Paz (México)
Peter Mathiessen (EEUU) Petra Kelly (Alemania)
Vladimir Chernousenko (Rusia) Miroslav Holub (Rep. Checa)
Gita Metha (India) Alvaro Umaña (Costa Rica)
Evaristo Nugkuag (Peru) W. S. Merwin (EEUU)
Kjel Espmark (Suecia) Adam Markham (Gran Bretaña)
Thomas Lovejoy (EEUU) Vassily Aksyonov (Rusia)
Augusto Roa Bastos (Paraguay) Arturo Gómez-Pompa (México)
Margarita M. Botero (Colombia) Kirkpatrick Sale (EEUU)
J. M. G. Le Clézio (Francia) Alan Durning (EEUU)
Amory Lovins (EEUU) Agneta Pleijel (Suecia)
Yuko Tsushima (Japón) Jewell James (Tribu Lummi)
Gert Bastian (Alemania) Miguel Grinberg (Argentina)
Nélida Piñón (Brasil) Jeffrey Wilkerson (EEUU)
Betty Ferber Aridjis (México) Carmen Boullosa (M‚xico)
Roberto Juarroz (Argentina) Fernando Cesarman (M‚xico)
Vikram Seth (India) Sandra Cisneros (EEUU)
Monika van Paemel (Bélgica) Michael Ondaatje (Canadá)
Miguel Alvarez del Toro (México) Folke Isaksson (Suecia)

Hans van de Waarsenburg (Holanda)

(El GRUPO DE LOS CIEN ARTISTAS E INTELECTUALES es una amplia coalición fundada originalmente en México y presidida por el poeta Homero Aridjis. Como resultado del Encuentro en Morelia, ingresaron a la misma los escritores participantes, constituyéndose así el GRUPO DE LOS CIEN INTERNACIONAL)


Un intelectual grande y molesto




Se cumplen 50 años de la muerte de Albert Camus, quien fue Premio Nobel de Literatura en 1957. Entre su extensa obra merecen destacarse relatos como La peste y La caída y ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde.

Por Sylvina Walger

El lunes 4 de enero, se cumplieron 50 años de la muerte de Albert Camus. Acaecida en 1960 cuando el Facel-Vega, que conducía el editor Michel Gallimard, patinó en el asfalto y fue a estrellarse contra un árbol. Gallimard tardó unos días en morir, pero el escritor perdió la vida instantáneamente a consecuencia de la fractura de cráneo que le provocó el impacto. Entre los papeles que le encontraron había un manuscrito inconcluso, “El primer hombre”, de fuerte contenido autobiográfico y gran belleza.

Dejaba una viuda, Francine Faure, y un par de gemelos. Fue enterrado en Lourmarin, pueblo del sur de Francia donde había comprado una casa con el fruto de sus ganancias. Pese a una opinión muy difundida, a Camus no le gustaban los autos y menos la velocidad.

Convertido en el autor de algunos de los libros más vendidos en la Francia de posguerra, en 1957, a los 44 años, obtuvo el Premio Nobel de Literatura dejando en el camino a André Malraux, que ya nunca más podría recibirlo. Dramaturgo, ensayista, polémico analista de política nacional e internacional, figura ideológicamente controvertida y odiada en los dos extremos del arco político, aquel “francés de Argelia” (al que no le ahorraron el mote de “pied noir”) seductor con vocación de don Juan y vitalista, encontró su gran amor en la actriz María Casares, “la gran dama del teatro francés”, que era hija de Casares Quiroga, ministro y jefe de Gobierno de la Segunda República Española durante el gobierno de Manuel Azaña.

A Camus se lo ha caracterizado como “socialdemócrata de razón y libertario de corazón” y ha dejado una huella indeleble, y cada día más evidente, en la cultura literaria y política de nuestro tiempo.

Entre su extensa obra merecen destacarse relatos como La peste y La caída; obras de teatro como Calígula y Los justos; y ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde, entre muchísimas más.

En la revalorización actual que Francia ha hecho de su figura tiene mucho que ver el intento de “reapropiación de su memoria por parte de un Sarkozy hambriento de un pedigree intelectual del que carece. El debate comenzó cuando el presidente francés propuso trasladar los restos de Camus al Panteón (la Recoleta culta de Francia) y sus amigos saltaron objetando que al escritor no le hubiera gustado descansar allí entre grandes que para él no siempre fueron tan grandes. Algunos llegaron a decir que a Camus no había que “panteonizarlo” sino que leerlo. Toda una verdad. La firme oposición al traslado por parte de los hijos del premio Nobel terminó con la discusión y Camus continúa descansando en Lourmarin en una tumba al lado de la casa de su hija Catherine (62) mujer –para variar– de un Gallimard y custodia insobornable del legado de su padre.

El reconocimiento del que disfruta hoy Camus es mucho más amplio del que gozó en su época. La izquierda comunista de los sesenta y setenta lo confinó a una displicente marginalidad, aún fanatizada por aquel octubre que iba engendrar “el hombre nuevo” y que acabó despertando “horrorizada y confusa ante los osarios de Pol Pot”, según explica el diario El País. El compromiso de Camus fue siempre con el hombre, no con su concepto: por eso odiaba más lo que representaba Nechtaev, el fanático terrorista retratado por Dostoievski en Los demonios (la película se llama Los endemoniados y es de Andrej Vajda). Y por eso Camus resulta hoy más vivo que Sartre.

Camus nació en Argelia el 7 de noviembre de 1913, en el departamento de Constantine y en el seno de una familia de humildes colonos franceses dedicados al cultivo del anacardo. A todos ellos (los colonos) se los conocía comúnmente con el nombre de “pieds noirs” (pies negros). Su madre, Catalina Elena Sintes, nacida en Argelia, provenía de una familia originaria de Menorca. Era sorda y analfabeta. Su padre, Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola, cerca de la localidad de Mondovi, para un comerciante de vinos de Argel y era de origen alsaciano. Como muchos “pieds noirs”, y tras la Guerra Franco-Prusiana, había huido de la anexión de Alsacia por Alemania.

Durante la Primera Guerra Mundial, Lucien Camus resultó herido en la batalla del Marne y murió en 1914. Aunque su hijo no llegó a conocerlo, de su padre le quedó una fotografía y una significativa anécdota que marcaría en parte su derrotero: la repugnancia que le producía el espectáculo de una ejecución capital.

Después de la muerte de su padre, la familia Camus se trasladó a casa de la abuela materna en Argel, donde Albert se crió y estudió. Se recibió de bachiller y obtuvo un diploma de estudios superiores en letras en la rama filosofía. Jamás obtuvo la licenciatura por una tuberculosis que arrastró durante años. Hasta entonces había sido un buen deportista y un fanático del fútbol, donde siempre jugó como arquero. La tuberculosis acabó con estas ilusiones.

En 1935 se afilia al Partido Comunista, del que sale pitando en 1937 debido a sus profundas discrepancias con el pacto germano-soviético y su apoyo a la autonomía del PC de Argelia respecto del comunismo francés. En 1940, perseguido por el gobierno de Argelia (francés, claro) se ve obligado a emigrar a París, donde acabará siendo director del diario de la Resistencia, el mítico Combat.

Su ruptura con Sartre (algunos dudan que efectivamente haya ocurrido) fue en 1952 tras la publicación en Les Temps Modernes de un artículo en el que Sartre (su director y fundador) le reprochaba que su rebeldía era “deliberadamente estética”.

Camus era todo salvo un demócrata blando, explica el historiador húngaro Francois Fejtö, quien lo conoció en el momento de la liberación. “En su amor por la libertad había algo muy viril y es este idealismo puro, este heroísmo, que lo hace hoy tan popular sobre todo en los países del Este”.

Camus llevaba en sí un tremendo rechazo por la desmesura, que lo obligaba a marcar un umbral ético para la violencia política. En Los justos, por ejemplo, opone un terrorismo moderado, encarnado por el personaje de Kaliayev, al terrorismo incontrolado de Stepan. Para Camus el fanatismo de Stepan era el resultado de una mentalidad absolutista que cree detentar la verdad absoluta. Sin embargo hoy, tanto en Argelia como en el Medio Oriente, el que ha triunfado es Stepan. Triste final para quien su lema había sido “ni víctimas ni verdugos”.

Lo que el escritor no aceptaba era el pasaje de la resistencia al terrorismo, ya que a sus ojos el fin no justificaba jamás los medios (al contrario, los determinaba), y nada podía legitimar la agresión a los civiles.

Este pensador político, solitario, intuitivo y solidario lograba que sus editoriales de Combat testimoniaran una lógica sin fallas. Camus será uno de los raros resistentes a firmar para pedir la gracia de algunos colaboracionistas. Es el único que se pronunciará para denunciar el horror de Hiroshima en 1945. Sobre el drama argelino, que lo divide entre su solidaridad de “petit blanc” (blancos no nacidos en Francia, así de racistas…) y un anticolonialismo que excluye la violencia ciega del FLN, elige la irrealizable tregua civil. En su discurso ante el Nobel había llegado a preguntarse si el FLN no sería un “totalitarismo soft”.

Para Camus, siempre situado a la izquierda (hay quien piensa que “a pesar de él y a pesar de ella”), la vida merecía ser vivida, aunque el absurdo hubiera suplantado a la antigua esperanza en Dios o en la Razón. Hoy, cuando los intelectuales dan risa al intervenir en el debate público, Camus se agiganta. Leerlo sin prejuicios es no sólo homenaje sino restitución. Y el cincuentenario de su muerte resulta un buen pretexto para hacerlo.